Comentario
Luis Paret y Alcázar (1746-1799), madrileño, de padre francés y madre española, fue, sin duda, el pintor español que mejor reflejó en sus cuadros el estilo galante, con sus delicadezas formales, con sus exquisiteces cromáticas, con sus figuras menudas y graciosas. Pintor culto, formado en el pensamiento ilustrado, políglota, de alegre y accidentada juventud, abierto a los gustos europeos, se mantuvo al margen del idealismo clasicista que se impuso en la pintura española con la presencia de Mengs en la Corte de Madrid.
Aun no alcanzando por ello los altos honores oficiales, su pintura fue muy estimada y valorada por sus coetáneos; Ceán Bermúdez, un académico prestigioso, escribía en 1800 en su "Diccionario", al año siguiente de la muerte del pintor, unas líneas biográficas de Paret sumamente elogiosas: "Muy pocos o ningún pintor, tuvo España en estos días, de tan fino gusto, instrucción y conocimiento como Paret".
Su formación pictórica fue diversa y provechosa, lo que redundaría en la personalidad de su arte. Primero asistió a clases de la Academia de San Fernando, con Antonio González Velázquez. Después pasó a Roma (1763-66), pensionado por su protector, el infante don Luis, para perfeccionarse en pintura y en lenguas clásicas. Pero en la Ciudad Eterna, en vez de empaparse del academicismo neoclásico en auge se interesó más, en contacto con pensionados franceses, por la pintura rococó francesa y centroeuropea del momento. A su regreso a Madrid, en 1766, fue discípulo durante un tiempo del pintor y diplomático francés Charles de La Traverse, que reforzó en él su sensibilidad rococó y le animó a que inventase de repente cualquier pasaje histórico. Por entonces, es muy posible que viajase a Francia y ampliase sus conocimientos en contacto con la pintura galante francesa y con la pintura de género flamenca.
Entre 1767 y 1775, al servicio de su protector el infante don Luis, su fama de pintor se extiende por los ambientes aristocráticos y cortesanos. De esa época juvenil son algunas de sus mejores obras, cuadritos de pequeño formato por lo general, como el Baile de Máscaras (1767), de alegre gusto francés, y La comida de Carlos III (hacia 1768-72), de exquisita y fría cromatura, ambos en El Prado; o el gran cuadro de Las Parejas Reales (1770), encargo de Carlos III para el Palacio Real de Aranjuez en el que se deja constancia visual de esas fiestas en las que se desarrollaban juegos hípicos y en las que los jinetes hacían vistosas evoluciones con sus caballos; o la famosa Tienda del anticuario o Tienda de telas (1772) del Lázaro Galdiano, donde las notas de realismo se aderezan con un aparente intimismo rococó en el que se recrea el sentido de la vista.
El servir de cómplice al infante don Luis en sus correrías amorosas y francachelas, antes del matrimonio morganático de aquél con la zaragozana María Teresa Vallabriga, le valdría a Paret el destierro en Puerto Rico (1775-78), por orden del piadoso Carlos III, que decidió, influido por su confesor fray Joaquín Eleta, acabar con esas citas secretas y castigar a los colaboradores y cómplices del infante. En mayo de 1778 el Consejo de Castilla le conmutaría la pena de destierro, sustituyéndola por la de alejamiento de la Corte.
Por ello, a su regreso a España, se instala en Bilbao (1779-87), donde se casa, y solicita en 1780 de la Academia de San Fernando el nombramiento de Académico de Mérito, remitiendo La Circunspección de Diógenes, obra por la que le concedió tal honor. En los años siguientes realiza por encargo real la bella serie de vistas de puertos vascos, que conforman uno de sus trabajos más logrados y personales, y que parecen estar sugeridas por las vistas de los puertos de Francia de Joseph Vernet. También pintará cuadros religiosos para diversos templos de Bilbao y retratos.
Su capacidad decorativa la demostrará sobradamente en 1787 en la mayor empresa pictórica que Paret ejecutó, la decoración al temple de la cúpula y pechinas de la capilla de San Juan del Ramo, en la iglesia de Santa María de Viana (Navarra), con escenas de la vida del Bautista, así como los cuadros de El Anuncio del Angel a Zacarías (1786) y La Visitación (1787). En todas esas pinturas, que conforman el último gran conjunto decorativo del rococó pictórico español, Paret alcanzará la cima de su arte.
Con el perdón real regresó Paret a Madrid en 1787, incorporándose a la Academia, de la que llegaría a ser vicesecretario. Paret fue uno de los tres pintores españoles más destacados de nuestro siglo XVIII, junto con Goya y Francisco Bayeu, y el más genuino representante de la pintura rococó española.